MAESTRÍA
DISEÑO COMUNICACIONAL
FADU • UBA

Artículos |

La forma y el tiempo

Queremos recordar la figura de María Margarita Chague, fundadora de diCom, que nos dejó el pasado febrero de 2014. Arquitecta y educadora, la recordamos con uno de sus artículos, un estudio sobre la forma, el tiempo y la percepción visual.

Publicado en diCom 2016 | Publicación original V Congreso Nacional SEMA, Universidad Nacional del Noreste, Resistencia, 2005

Disco cromático de Moses Harris, siglo XVIII.

Disco cromático de Moses Harris, siglo XVIII.


Dentro del estudio de la percepción visual, el tiempo se incluye principalmente en los estudios perceptivos de la detección, reconocimiento y/o movimiento de algún tipo de forma. Esto se debe a que los estímulos temporales necesitan de un soporte o hecho para poder ser reconocidos y medidos, ya que el tiempo en sí mismo, y a diferencia de lo que ocurre en la audición con la música, no puede ser captado sensorialmente por el sistema visual. El tiempo relacionado con el movimiento, interesó desde un comienzo debido a un indiscutible problema de supervivencia: alcanzar una presa o prevenirse de un depredador. Pero para existir un movimiento este debía conjugarse con otras tres variables: la dirección, la orientación y la velocidad. En conjunto todas estas variables producían sobre la retina un flujo de señales que el observador percibía como un movimiento en algún sentido y velocidad, en un espacio y tiempo dado. Dentro de la psicofísica visual el primer interés recayó sobre los tiempos de detección, estudio que dio lugar al análisis de los tiempos de acción y reacción.

Estos tres tiempos se consideraron vitales por su íntima relación con las tareas visuales y, como estas eran cada día más complejas y rápidas, el tema siguió teniendo vigencia hasta la actualidad, específicamente en el procesamiento de imágenes, visión nocturna y artificial, o control instrumental y uso de lenguajes multimediales. Por los años 50 los estudios realizados permitieron definir una teoría donde, a través del tiempo, se midió la atención como prerrequisito para establecer umbrales de detección en diferentes circunstancias. Este enfoque desembocó en el análisis de los tiempos neurales propios del sistema visual y puso de relieve la importancia del tiempo en tareas de identificación, comprendiéndose además como el comportamiento y la performance visual frente a una tarea, dos hechos altamente relacionados.

A este tema se ha vuelto en reiteradas oportunidades debido a que las teorías y métodos resultaron aplicables a diferentes estudios sensoriales y perceptivos. También, el tiempo es importantísimo para el reconocimiento de hechos complejos, como el caso justamente de la forma arquitectónica. Un recorrido formal y espacial requiere un análisis que implica un tiempo de almacenaje en memoria de gran cantidad de imágenes para finalmente llegar a la comprensión del mismo. Luego también, se reconoció que el tiempo necesario para percibir estaba en relación a la capacidad y tiempo de almacenaje de la memoria de trabajo, antes conocida como memoria de corto tiempo, y donde se reunían todas las imágenes parciales recogidas para su sincronización en un percepto final. Éste resultado pasaba luego a formar parte de las memorias de largo tiempo.

Por último habría que hablar de la respuesta temporal del sistema visual en si mismo. Como sabemos, este tiene un contacto indirecto con el mundo físico a través de las sensaciones visuales originadas por radiaciones lumínicas en un específico, limitado y dinámico rango del espectro radiante. Esta situación obligó al sistema a adaptarse rápidamente a la luz disponible y a través de su capacidad editora interna poder responder a infinitas situaciones, presentando a la mente del observador escenas estables y coherentes. Sin embargo, la capacidad del sistema visual para responder temporalmente es amplia pero específica de cada subsistema sensorial. Por ello, es precisa una cantidad constantemente variable y determinada de tiempo para reunir y procesar la información de las diferentes partes de una imagen y su ulterior sincronización.

A pesar de esta complejidad, los procesos biológicos temporales se resuelven dentro de los milisegundos y a lo máximo, segundos. Este hecho responde a tres razones principales: 1) a la rapidez propia del sistema visual en su totalidad para preservar la supervivencia del individuo, 2) a la necesidad de separación de los estímulos para evitar su superposición, separación estimada entre 15 a 20 minutos de arco; y 3) a la capacidad de almacenaje de las imágenes en memorias de trabajo. Recientemente, nuestro equipo de investigación ha analizado el tiempo con relación al reconocimiento: 1) de formas complejas, 2) de puntos en movimiento y 3) de diferentes formas tipográficas. También, ha analizado la influencia del color en el movimiento.

Este último punto despertó gran interés, a partir de la década del noventa, por los efectos de propagación que presentaban las luces de neón y debido a que se sabía —desde la fisiología— que el color y el movimiento eran, al menos en los primeros tramos del sistema visual, dos procesos independientes. La pregunta obligada entonces fue: ¿cómo colaboran estos dos sistemas? Así, es precisos recordar que en 1826 el monje francés Benedict Prévost observó color cerca de sus dedos cuando batía sus manos en la penumbra de su cuarto. Este fenómeno fue redescubierto más tarde por Benham (1894) quién ideó su popular disco acromático, que permitía ver dos series de colores según el sentido de rotación del disco.

Seguidamente un nuevo dispositivo o display fue propuesto por Wallach en 1935 y otro por Cortese y Andersen en 1991. Todos ellos han sugerido que un movimiento a un determinado tiempo puede afectar la percepción de color siendo la inversa válida. Justamente, Dobkins y Albright (1993) han demostrado que la percepción de movimiento se afecta en ausencia de cambios de luminosidad, es decir en display cromáticos isoluminosos y a tiempos variables. A partir de estos estudios y de muchos otros que por brevedad no citamos, puede concluirse que el tiempo está presente en toda función visual y hecho perceptivo y que, para medirlo, debe considerarse los efectos que él produce sobre estos hechos. Las imágenes estáticas y en movimiento podrían considerarse los polos de una escala temporal que hasta el momento no ha sido descripta y que debería responder a diferentes fenómenos: fisiológicos, sensoriales, perceptivos y referidos a la atención, lo cual presupondría contar no con una escala, sino con un sistema de escalas comparadas o relacionadas.

Hecha esta introducción, quisiéramos presentar algunos resultados ya obtenidos y otros provisorios, donde puede apreciarse la influencia del tiempo en el diseño formal. I-Tiempo y reconocimiento de formas complejas. II-Tiempo y movimiento. Variaciones temporales. III-El mensaje tipográfico estático y en movimiento. IV-La influencia del color en los mensajes temporales. V-La ausencia de tiempo en los mensajes cromáticos en movimiento. VI-El tiempo creando una melodía de formas y colores.

Conclusiones

Así como en la década de los ochenta se sostenía la independencia de canales en los primeros niveles de proceso de la información visual, hoy se presta una marcada atención a las señales bottom-up y top-down. Las primeras refieren al estímulo propiamente dicho o a las señales que provienen de los primeros niveles del proceso perceptivo. Las señales internas top-down, al regular las externas, modifican de diferente modo las señales bottom-up. Los procesos de atención corresponden a estas últimas que son, en última instancia, los tiempos perceptivos. Estos tiempos y los neurales regulan el paso de la sensación y preservan al sistema de un posible colapso. Por ello, el tiempo es una variable subyacente importante dentro de la visión aunque no lo podamos percibir directamente. En la música, el tiempo es el ritmo y éste sí se reconoce y disfruta por él mismo. En compensación, por ejemplo, se habla de un colorido musical aunque este de ningún modo no es visual.

Este texto fue escrito por María Margarita Chague (FADU, UBA) en colaboración con Isabel Alberdi, María L. F. de Mattiello (Fundación de Investigaciones Visuales) y Silvia Pescio (FADU, UBA).