El presente trabajo ha tenido por objeto demostrar la vigencia del concepto «tribu» en la actualidad, dado que, desde hace décadas, surgen constantemente en las grandes ciudades neogrupos con estructuras muy variadas y que en el caso de nuestro país, están íntimamente ligadas al rock.
En la actualidad asistimos a la saturación de los grandes valores que conformaron el modernismo: esperanza de progreso, predominio de la razón por sobre la intuición, fe en el futuro. Se podría decir que ha sido el fin de un ciclo que arrancó en el siglo XVII y concluyó en los 60 del XX. Ahora, en cambio, hay un rediseño de ese paradigma, pues ya no se hace tanto hincapié en el futuro y en el progreso, pero sí en los afectos y en los sentimientos, sobre todo en los jóvenes. Hoy todo momento es ocasión para expresar afectividad y emoción.
Estamos -en palabras de Maffesoli- frente a un nuevo ciclo denominado «episteme posmoderna», es decir, el retorno de la sociedad organizada en tribus. Lo que antes se podía considerar marginal ahora se ha vuelto central. Se trata de un proceso transversal, pues nos encontramos en una especie de fragmentación, de patchwork, de una constelación de grupos de todo tipo y, en especial, los que giran en torno de los jóvenes y su música. Así, la ciudad, se ha transformado en un verdadero encuentro de esos jóvenes: con su pasado, con sus raíces histórico-culturales, con los demás y consigo mismos. Este imperativo categórico de lo territorial ha definido claramente lo raigal en dos fenómenos geo-socio-culturales: el arraigo social, típico de las tribus urbanas con el grado de adscripción y el sentido de pertenencia por parte de esos jóvenes a distintos grupos sociales en los que se sienten profundamente involucrados y el arraigo o el desarraigo cultural, conforme al cosmopolitismo de cada urbe: local o con influencias del exterior.
Es evidente que hay una clara asociación entre la cultura del rock con el ímpetu y la rebeldía de los jóvenes agrupados en tribus. Todas las tribus urbanas presentan una pluralidad de representaciones que se manifiestan de una u otra forma, pero en determinados momentos, esa pluralidad tiende a uniformarse como una misma matriz de significación en común. Los rasgos de identidad de los miembros de las tribus no se dan en un orden sucesivo o con cierta lógica, sino que se producen en forma explosiva al romper su diseño de identidad con lo cotidiano y con el status quo.
También son importantes los aspectos cualitativos, es decir, las formas de reconocimiento y de apariencia, pues, les permite expresar una rebeldía estética que exhiben para su grupo y hacia la sociedad tradicional. La corporeidad humana es un fenómeno social y cultural, objeto de representaciones y de imaginarios. Las acciones que tejen la trama cotidiana, desde las más comunes, implica la interacción del cuerpo, que es el vector semántico por medio del cual construyen las tribus su relación con el mundo: actividades perceptivas, expresión de los sentimientos, ritos de interacción, gestos y puesta en escena de las actitudes. Como emisores y receptores las tribus producen sentido continuamente, insertándose así en un espacio social y cultural. Los jóvenes construyen socialmente su cuerpo en una realidad que les toca vivir cada vez más compleja y cambiante, diseñando su identidad en un ir y venir constante en sus relaciones con el mundo globalizado.
Este texto corresponde a la síntesis del Trabajo Final Integrador realizado para la obtención del título de Especialista en Diseño Comunicacional.