La Cyborg Foundation se define como una institución para la investigación, creación y promoción de proyectos relacionados con la extensión y creación de nuevos sentidos y percepciones mediante la aplicación de tecnología en el cuerpo humano (Cyborg Foundation, 2010).1 Su origen responde a una motivación bastante personal, ya que después de que Neil Harbisson desarrolló y se implantó en 2003 el Eyeborg, un dispositivo que convierte las frecuencias de la luz en frecuencias audibles que él capta a través de los huesos de su cráneo; empezó a recibir cartas y mensajes de personas interesadas en convertirse como él, en cyborgs.
Los proyectos relacionados con esta extensión y creación de nuevos sentidos y percepciones, van desde la promoción de la cibernética como parte del cuerpo humano, hasta la construcción de un marco normativo sobre los derechos de los cyborgs. Un aspecto dentro de la auto-descripción de la Cyborg Foundation no deja de resultar llamativo: creemos que las extensiones cibernéticas deben ser tratadas como partes del cuerpo, no como dispositivos (Cyborg Foundation, 2010).2 Lo que desvincula expresamente la posibilidad de que estas extensiones cibernéticas sean vendidas y asumidas como productos insertos en una lógica de mercado capitalista, que además, deja fuera de lugar la discusión sobre una diferenciación respecto de personas en condición de discapacidad.
Los preceptos de la Cyborg Foundation coinciden con el desarrollo conceptual de Tomás Maldonado en torno al concepto “prótesis”, que retoma Parente en su tratamiento profético de la técnica. Aunque la Fundación no aborda el concepto prótesis en el sentido literal y en cambio, emplea el término “extensiones cibernéticas”, hay una convergencia en el sentido problemático de ambas nociones: “estructuras artificiales que sustituyen, completan o potencian, parcial o totalmente, una determinada prestación del organismo” que “incluirían tanto los procesos de sustitución como los de ampliación de una cierta facultad o prestación orgánica” (Maldonado, 1998 en Parente, 2010, p. 56).
El punto diferencial está en que ni Maldonado ni Parente hablan de cibernética en un sentido específico, sin embargo no por esto deja de ser la “extensión cibernética” una “estructura artificial” y en consecuencia, una prótesis de tipo sensorioperceptiva e incluso sincrética, dependiendo del grado de extensión al que llegue un cuerpo humano mediante su uso.3 La precisión en cambio, circunscribe el campo de estas prótesis en un escenario comunicativo entre máquina y seres humanos. El objetivo de la cibernética fue descrito por Wiener como el desarrollo un lenguaje y técnicas para abordar el problema del control y la comunicación en general:
Sólo puede entenderse la sociedad mediante el estudio de los mensajes y de las facilidades de comunicación de que ella dispone y, además, que en el futuro, desempeñarán un papel cada vez más preponderante los mensajes cursados entre hombres y máquinas, entre máquinas y hombres y entre máquina y máquina (Wiener, 1969, p. 16).
El primer Eyeborg fue creado por Harbisson junto a Adam Montandon en 2003, como mecanismo de compensación —en términos de Parente— de la condición de acromatopsia con la que nació el primero de ellos. Su objetivo fue transformar en sonidos, las frecuencias lumínicas de los colores que percibe un humano común a través de una cámara web, un par de auriculares y un ordenador portátil. A lo largo de once años, este dispositivo que la Cyborg Foundation llama “ojo cibernético” ha evolucionado al punto en que fue implantado quirúrgicamente en el cráneo de Harbisson como un chip que en la actualidad, le permite identificar y escuchar los colores que un humano común no podría como tonos infrarrojos y ultravioletas.
Así, lo que inició como una prótesis sensorioperceptiva para ampliar el campo sensorial de Harbisson y lograr una asociación entre los colores y su cerebro; se transformó posteriormente en una prótesis motora que incrementa la destreza visual para captar variaciones ultravioletas e infrarrojas. En efecto, el Eyeborg como prótesis ó “metáfora que ayuda a comprender la función compensatoria de la técnica”, entrelaza hombre y técnica partiendo del déficit de percepción visual de Harbisson en tanto “condición de carencia que la compensación vendría a salvar”; y se presenta como compensación haciendo las veces de “mecanismo que resume el significado de la intervención artificial” de dicha percepción sensorial (Parente, 2010, p. 61).
Pero más allá de conformarse con la obtención de un equilibrio como “estado que la introducción de la técnica tendería a restablecer” (Parente, idem); el Eyeborg desborda la intención de reestablecimiento o si se quiere, de principio de sustitución al percibir la diferencia cromática captada por un humano común. Como si se tratara de ampliar un poco más la exploración sobre esta incompletitud humana de la que ha sido consciente el hombre desde la premodernidad: la prótesis empieza a operar en un ámbito de superación.4
Los grados de decodificación de información lumínica a información auditiva para identificar el color, fue denominado por Harbisson en 2003 como escala sonocromática musical y consistió en una suerte de escala microtonal y logarítmica de 360 notas dentro de una octava. Cada nota correspondió a un grado específico del círculo cromático. No obstante un año después, la escala fue no logarítmica y se basó directamente en la transposición de frecuencias de luz a frecuencias de sonido, esta modificación cambió el nombre a escala sonocromática pura. Con ello, se descartó el color como círculo cromático y se ignoró la percepción logarítmica musical, para así traspasar los límites de la percepción humana e identificar intensidades de otros tonos no visibles para el ojo humano.5
En efecto, esta prótesis no es ahora sólo un mecanismo de compensación o de sustitución. Se inscribe en cambio, en el escenario de superación abierto por Parente y aunque su uso es por el momento, exploratorio y artístico, siempre queda sujeto a la sospecha de que este tipo de superación pueda ser empleada con otros fines, en un marco de reproducción industrial que concibe al cuerpo humano como fábrica.6 Al observar la separación del cuerpo en piezas distintas, Le Breton señala que “cuanto más pierde el cuerpo su valor moral, porque se lo encara como virtualmente diferente del hombre al que encarna, más se incrementa su valor técnico y comercial” (Le Breton, 2002, p. 219).
La alarma detrás de una industria que comercialice directamente con prótesis u órganos del cuerpo humano, si bien es uno de los ejes de reflexión en el entorno artístico, académico, religioso y hasta político; contiene en sí un debate materialista mucho más profundo y relacionado con la comprensión del cuerpo como objeto disponible, modificable. “El cuerpo, ya no es más el rostro de la identidad humana, sino una colección de órganos, una posesión, una especie de vehículo al que el hombre utiliza y cuyas piezas son intercambiables” (Le Breton, 2002, p. 222).
La sentencia recordada por Le Breton “Una de las frases hechas más comunes hoy es la que convierte al cerebro en la ‘computadora’ del hombre (en este caso no se olvida un dato elemental de la antropología: no es el cerebro el que piensa, es el hombre)” (Le Breton, 2002, p. 245), implica dos preguntas de cara a la prótesis instalada en el cerebro de Harbisson: la primera, qué hay de humano en el funcionamiento del Eyeborg y la segunda, cómo puede el hombre pensar en colores que, biológicamente, su organismo no puede percibir. La extensión sensorial en este caso es una consecuencia de la prótesis entendida como sensorioperceptiva en tanto su capacidad de ampliar el campo de visión a puntos que de manera natural, un humano común no accedería.
El discurrir de Le Breton, que parte de una pérdida de valor moral del cuerpo, apunta incluso a problemáticas en torno a la identidad: “la simulación mecánica del cuerpo no protege al hombre con una prótesis de la angustia por ser un híbrido” (Le Breton, 2002, p. 247) y le lleva a asociar el cyborg como rezago humano con prótesis en calidad sustitutiva:
El hombre biónico, el cyborg, se anuncia, quizás, en el horizonte de un futuro no muy lejano: resto humano realzado por prótesis, estimuladores, pilas, microprocesadores que sustituyen las funciones fisiológicas o los órganos que no funcionan bien (Le Breton, idem).
La Cyborg Foundation provee las indicaciones para crear un Eyeborg de escala sonocromática musical o sonocromática pura en casa. Los requerimientos son un ordenador, el software ó el código de chip Eyeborg (ambos gratuitos y descargables desde su sitio web con previa solicitud), un par de auriculares y una cámara web ó un chip CMUCam. Esto reafirma la disposición libre de la dinámica capitalista de la fundación, pues ésta aclara que no vende software, código o requerimientos de hardware para crear un Eyeborg, pero sí estimula que en casa quien esté interesado, fabrique su propia extensión cibernética.
Este gesto tiene al menos dos implicaciones. Quien decida hacerlo además de consultar libremente con la Fundación las dudas que tenga al respecto, tiene el derrotero de actividades para convertirse en cyborg por decisión propia. En primer lugar, esa angustia por ser un híbrido de los hombres con prótesis descrita por Le Breton, es un estadio que se considera superado o desestimado en el caso de la Cyborg Foundation, pues ésta parte de la creencia de que las extensiones cibernéticas deben ser tratadas como partes del cuerpo, no como dispositivos.
En segundo lugar, la noción de necesidad se reconfigura en tanto la Cyborg Foundation asegura: “todos tenemos la necesidad de extender nuestros sentidos y percepción”. Una persona que decida convertirse en cyborg no lo hará en un sentido de compensación de “necesidades de la especie”, sino que esta transformación estará mediada más por “necesidades derivadas” surgidas en un determinado “entorno biocultural” (Parente, 2010).
Además del Eyeborg, la Cyborg Foundation tiene otros proyectos en curso para promover la extensión de los sentidos y que amplían el panorama a quienes consideren convertirse en cyborg. 360º Sensory Extension por ejemplo, es una adición de sensores en la parte posterior de la cabeza que vibran cuando alguien se acerca por detrás; su primera versión fue un par de aretes. La coreógrafa Moon Rivas (cofundadora de la Cyborg Foundation) empezó a usar estos sensores en su campo profesional, no obstante a través de éstos ahora percibe el movimiento telúrico provocado por los terremotos en tiempo real.
¿Cómo abordar conceptualmente esta decodificación de frecuencias (de luz a sonido) y de movimiento (telúrico a vibración en la piel), en un panorama de evolución de la técnica y de surgimiento del cyborg por elección propia? Catalogar esta decodificación como información, puede ser una vía que no sólo la cibernética sino también el campo del diseño parecen avalar. La información es bien “el contenido de lo que es objeto de intercambio con el mundo externo, mientras nos ajustamos a él y hacemos que se acomode a nosotros” (Wiener, 1969, p. 18). “Informaciones las ha habido siempre y como la propia palabra ‘in-formación’ indica, se trata de ‘formas en’ las cosas. Las informaciones que hoy están irrumpiendo en nuestro entorno y suplantando a las cosas son de clase como nunca antes ha habido: son informaciones intangibles” (Flusser, 2002, pp. 104-105).
Información entonces, es la frecuencia lumínica de los colores, del sonido, de los movimientos telúricos y de las vibraciones en la piel; pero también, información es el software a través del cual la decodificación (y la codificación) de frecuencias es posible: “esas no-cosas son, en sentido estricto ‘inaprehensible’. Sólo son decodificables” (Flusser, idem). Ahora bien, en un escenario en el que la no-cosa es posible en su relación con el cuerpo humano y en su consecuente conversión en cyborg parece lógico penar en una derivación el cuerpo humano como no-cosa.
Este entorno biocultural referido por Parente en su discurrir sobre las necesidades derivadas de un contexto específico de la evolución técnica, se corresponde con la cultura de no-cosas, “cada vez nos interesa menos poseer cosas y cada vez más, consumir informaciones… De lo que se trata en un estado de cosas intangibles, es de fabricar informaciones a su vez intangibles y de disfrutarlas” (Flusser, 2002, pp. 105-111).
Probablemente la cultura de no-cosas es el trasfondo que deja por fuera la polémica moral y a la vez, sustenta la decisión de convertirse en cyborg. Flusser se preguntó: “¿qué clase de ser humano será el que se ha de ocupar, ya no de cosas, sino de informaciones, de símbolos, de códigos, de sistemas, de modelos?” (Flusser, 2002, p. 106). Si bien hoy, tareas como escribir a mano están siendo relegadas cada vez más y el hombre contemporáneo pueda ser la respuesta al cuestionamiento del autor; sin duda, la derivación del cuerpo humano en no-cosa o la conversión del hombre en cyborg, potencian esa respuesta.7
Ahora bien, las preguntas que deja abierta esta discusión, son entre otras ¿cuáles serían las implicaciones de esta derivación, en qué entorno es más evidente, y cómo opera sobre el plano de la identidad? Por ahora, la aplicación práctica del Eyeborg y del 360º Sensory Extension se enmarca en las exploraciones que hacen Harbisson y Rivas en el ámbito artístico, en uno de “sensaciones” diría Flusser.8 Sus posibilidades de hacer parecen más enmarcadas en sentir, no obstante, sus exploraciones podrían ahondar en el escenario de las comunicaciones e incluso, en el de producción de objetos.
Algunos diseñadores y artistas están trabajando con prótesis como medio para crear proyectos nuevos. El artista, profesor y columnista brasileño Guto Requena lidera The Love Project, un estudio que involucra diseño, ciencia y tecnología en un dispositivo (no invasivo) instalado en la cabeza de los usuarios.9 Las emociones que las personas sienten al recordar sus historias de amor, son transformadas en objetos de uso cotidiano mediante la acción de una impresora 3D. Los usos de las prótesis, la extensión de los sentidos ó la conversión en cyborg en sí misma, es efecto como afirma Flusser, una “libertad programada”; no obstante, no deja de ser singular el hecho de pensar en las implicaciones de objetos, interacciones y entornos en los que se desenvuelve una sociedad devenida en “programadores programados”.
Este artículo fue escrito en el marco del Seminario Análisis Cultural I, a cargo de la profesora Margarita Martínez.
Flusser Vilém. (2002). Filosofía del diseño. La forma de las cosas. Madrid: Editorial Síntesis.
Le Breton David. (2002). Antropología del cuerpo y modernidad. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.
Parente Diego. (2010). Del órgano al artefacto. Acerca de la dimensión biocultural de la técnica. Buenos Aires: Editorial de la Universidad de La Plata, Edulp.
Wiener Norbert. (1969). Cibernética y sociedad. Buenos Aires: Sudamericana.
A Cyborg Artist: cyborgproject.com/pdf/Neil-Harbisson-A-cyborg-artist.pdf
Cyborg Foundation: cyborgfoundation.com
Cyborg Project: cyborgproject.com
Helsinki Times: www.helsinkitimes.fi
Introducción a la Cyborg Foundation: vimeo.com/51920182
The Love Project: www.gutorequena.com.br/site/work/objects/love-project/29/
The Love Project: youtu.be/CxgHuZrBegw