En 1987, un año y medio antes de que se conformara la agrupación más conocida por su lucha contra el sida, ACT UP (AIDS Coalition to Unleash Power), seis activistas gais de Nueva York formaron The Silence=Death Project (el proyecto Silencio=Muerte). Esta propuesta fue la primera reacción pública frente al avance de la epidemia en la comunidad gay estadounidense.1 Estos hombres, varios de ellos diseñadores gráficos, idearon el afiche Silence=Death (Silencio=Muerte), cuya imagen se convirtió en una de las más célebres de la historia del activismo contra el sida. El afiche era muy simple: un triángulo rosa ubicado en el centro y las palabras silence=death. Este cartel fue uno de los primeros en ocupar las calles de Nueva York cuando se inició la protesta motivada por la inacción que la administración de Ronald Reagan tenía frente al sida. Al poco tiempo, los seis activistas se unieron al colectivo ACT UP y ofrecieron su diseño como el emblema de la organización. Desde entonces, la marca con el triángulo rosa identifica a la institución.2 El diseño gráfico fue el medio privilegiado del que se valió el activismo estadounidense. El diseño resultaba la plataforma ideal para articular un discurso crítico, de alcance masivo, para enfrentar la ofensiva homofóbica y la falta de políticas sanitarias gubernamentales durante los primeros años de la epidemia.
Gayle Rubin explica cómo la nueva derecha estadounidense, a finales de los años setenta, vinculaba las sexualidades consideradas “inmorales” con el declive del poder de esa nación. Así, Norman Podhoretz, una figura clave de la era Reagan, asociaba públicamente la lucha antigay de la política interna de los Estados Unidos con la lucha anticomunista de su política exterior. El programa político de “reacción sexual” impulsado por la nueva derecha incluía el rechazo a la educación sexual, a la pornografía, al aborto y al sexo fuera del matrimonio.3 Rubin, incluso, llega a explicar cómo esta plataforma ideológica tuvo una importancia significativa en el triunfo electoral de los años ochenta. Susan Sontag describe parte del proceso de orientación conservadora de la sociedad norteamericana en los inicios de los años ochenta frente a la emergencia de la epidemia. Para los sectores más reaccionarios —según Sontag— la “peste gay” derivaba de la “blandura” de Occidente que, con su estilo de vida disipado, había minado la voluntad de hacer frente al comunismo. El sida, entonces, era visto como parte de la “bancarrota moral” e interpretado por los sectores de derecha como el resultado de la liberalización de las costumbres, como un proceso iniciado con la transformación cultural y política de los años sesenta.4
Una vez elegido presidente, Ronald Reagan le dio poca importancia a la política de control de la epidemia, otorgándole una escasa asignación de recursos a la creación de la Comisión Presidencial sobre la epidemia del VIH. Incluso, en 1986, la Comisión había recibido una asignación de recursos insignificante en relación con el dinero destinado al proyecto del transbordador espacial Challenger.5 Frente a los informes que emitía la Comisión, que aconsejaban no discriminar a quienes estaban enfermos, Pat Buchanan, la mano derecha de Reagan, expresaba: “¿Es América un país en el que la discusión de los Diez Mandamientos no está permitida en clase, mientras que la lección de cómo practicar sin peligros la sodomía es obligatoria?”6
Al final de la década de los ochenta, se aprobó la Ley de Regulación para el Arte, una norma que controlaba la financiación de la producción artística en los Estados Unidos. La ley restringía fondos para el financiamiento de ciertos proyectos artísticos, de acuerdo con un marcado criterio moralista. Esta era una iniciativa del senador Jesse Helms, icono de la derecha en los Estados Unidos, quien en 1988 había valorado de manera negativa la exhibición del fotógrafo Robert Mapplethorpe, The Perfect Moment (El momento perfecto), organizada por el Instituto de Arte Contemporáneo de Filadelfia.7
El imaginario conservador y estigmatizante no fue privativo de la política. Desde la dimensión más amplia de la comunicación social, Paul Treichler comenta cómo en 1986 “la noticia más importante —que publicaban los principales medios de los Estados Unidos— era el grave peligro del SIDA para los heterosexuales”.8 Un ejemplo del estilo amarillo con el que los medios abordaron la temática del sida fue la muerte de Rock Hudson, que pronto se transformó en un espectáculo mediático. Incluso, en 1989, el New York Times declaraba que “la enfermedad está todavía limitada a unos grupos de riesgo muy específicos” y que “una vez que todos los miembros susceptibles [de estos grupos] estén infectados, se reducirá el número de nuevas víctimas”.9
En este contexto, finalmente, se conformó ACT UP. La conferencia que ofreció el escritor y activista gay, Larry Kramer, en el Centro Comunitario de la Comunidad Gay y Lesbiana de Nueva York impulsó la conformación del colectivo en 1987. El propósito consistió en unir esfuerzos para la “acción directa”, y así dar respuesta a la crisis sanitaria, a la inacción del gobierno, al costo de los medicamentos y a la ofensiva homofóbica que se desataba frente al sida. Paulatinamente, la organización ganó visibilidad internacional y pronto se crearon otros ACT UP en ciudades tales como París, Londres, Sydney y Barcelona. En los años noventa, ACT UP ya tenía un lugar destacado en la divulgación sobre el sida en los foros internacionales de las Naciones Unidas. ACT UP estuvo integrado por distintos grupos —Gran Fury, DIVA TV (Damned Interfering Video Activist Television) con su video-activismo, GANG, The Silence=Death Project— y artistas —Donald Moffett, Ken Woodard, Richard Deagle, Victor Mendolia y Fierce Pussy—. Todos ellos se apropiaron de los recursos de la cultura de masas para armar campañas de difusión con el fin de tener una mayor incidencia en la esfera pública.10 Finalmente, la producción gráfica de los colectivos de lucha contra el sida se consagró en el campo del arte, con una gran difusión en el circuito de museos y galerías.
En los años noventa, otro grupo de activistas a favor de la visibilidad y los derechos de gais y lesbianas, con origen en ACT UP, conformaron el colectivo Queer Nation. Butler explica algunas políticas de visibilidad que asumieron estos activistas: una de ellas fue apelar a la politización de la teatralidad con prácticas tales como los “die-in”, es decir, un tipo de actuación hiperbólica sobre la temática de la muerte; otra de ellas fueron los “kiss-in”, una serie de besos practicados en el espacio público entre personas del mismo sexo. Todas estas acciones apuntaron a realizar una crítica de la distinción liberal entre lo privado y lo público, con el fin de abrir nuevos espacios de politización pública sobre la difusión del sida.11 A continuación, se estudian los ejes discursivos que organizaron la representación de género y sexual en Silence=Death, para explicar sus distintos efectos de sentido.
La economía de recursos del afiche de ACT UP pone en primer plano el enunciado silence=death (el silencio es igual a la muerte) más un triángulo equilátero. Estos dos elementos se ven a primera vista por la escala y el contraste de color: el triángulo rosa y la palabra blanca se recortan en el fondo negro. En una segunda lectura, se ven en la base inferior dos líneas de texto casi imperceptibles (ver figura 1). Como una ecuación matemática, la afirmación silence=death tiene dos términos verbales mediados por el signo de igualdad.
La sintaxis y el lenguaje matemático refieren al discurso científico, mientras que la modalidad impersonal del enunciado completa el artificio de la ecuación. La fórmula matemática da una idea de imparcialidad, de premisa verdadera y universal. El icono rosa abre un campo de significados que resuelven el enigma de la fórmula. El silencio es igual a la muerte, siempre y cuando se comprenda la asociación latente: el triángulo rosa de ACT UP es una apropiación del signo nazi con el que se identificaba a los “homosexuales” en los campos de exterminio del Tercer Reich, al igual que la estrella de David amarilla de los judíos (ver figura 5).12 Las lesbianas, sin embargo, no tuvieron una identificación en particular, a ellas les cabía la misma distinción que a otras mujeres catalogadas como “prostitutas” y que a otros sujetos encasillados como “vagabundos” o “gitanos”. También se las asociaba a cualquier mujer que fuera una amenaza para los valores de la familia nazi. A todos ellos se los identificaba como “asociales”, por lo que les correspondía un triángulo negro.
El triángulo rosa, en definitiva, tuvo tres usos bien definidos a lo largo del siglo XX: el primero, el que hizo la Alemania nazi y el último, el de ACT UP. El segundo fue en 1969, en Nueva York, cuando el triángulo rosa fue resignificado como el emblema de la lucha del activismo gay y lésbico por la conquista de los derechos civiles, luego de la denominada “redada de Stonewall”.13 En ese contexto, el triángulo se usó como una forma de identificar y denunciar a las personas homofóbicas de la esfera pública. Una década más tarde, la iconografía que habían utilizado los nazis a fines de los años treinta se convirtió en uno de los símbolos más difundidos del nuevo movimiento de liberación gay, en gran medida gracias a la divulgación de la pieza teatral de Martin Sherman, Bent, de 1979. Sherman mostraba, por primera vez, la vida y la persecución de los homosexuales en la Alemania nacionalsocialista. Con esta obra, el tema “omitido” hasta entonces —el de la homosexualidad— comenzaba a ser considerado en el discurso histórico.14 ACT UP usó el signo de una manera diferente, y su triángulo fue distinto al de los grupos de activistas anteriores.
En el afiche de ACT UP, la posición del triángulo se invierte, a diferencia de los triángulos usados en las imágenes del holocausto.15 La disposición del triángulo de ACT UP es la más común. De los tres segmentos iguales que tiene la figura, uno es la base, los otros se unen conformando un vértice que apunta hacia arriba. Sin embargo, la posición del triángulo que vemos en la imagen de los prisioneros es opuesta, el vértice apunta hacia abajo. El cambio de posición del triángulo de ACT UP produce una interesante tensión interpretativa: ¿por qué el signo de ACT UP está al revés si su finalidad crítica es similar? La respuesta es una metáfora en la cual el triángulo representa al régimen nazi: invertir la figura geométrica es, de algún modo, invertir —o bien transformar— ese imaginario nazi, donde la heteronormatividad era el ideal identitario fundado en la familia heterosexual, la cultura y la raza.16 El tipo de regulación sexual que hacía el nacionalsocialismo se basaba en la matriz normativa surgida en la modernidad, que estableció de manera unívoca una relación de correspondencia entre sexo, identidad de género y sexualidad enfocada a la reproducción. La afirmación de este ideal identitario —como fundamento del Estado y la nación— conlleva la segregación del “otro” homosexual.
La relación de esta idea con la fórmula silencio=muerte tiene varios sentidos interpretativos; por un lado, sugiere el despojo de la palabra y la omisión (de la vida, cuando refiere a la muerte) de quien es segregado por su orientación sexual. Por el otro, la fórmula también sugiere otro silencio, el de una comunidad que es indiferente o cómplice del estado de violencia (sea el nacionalsocialismo, sea el estado conservador).17 ACT UP invierte la posición del triángulo original (el nazi) y se distancia del uso frecuente del triángulo en relación con la iconografía de protesta de los gais y las lesbianas. La inversión del triángulo genera un desplazamiento que invita a preguntarse por el sentido del giro. Esta respuesta demanda la explicitación de la finalidad y el contexto discursivo en el que se inserta el afiche.
El cartel, a primera vista, no establece un anclaje explícito con la problemática del sida. Por ejemplo, el nombre de la organización no figura en el afiche. La primera vez que se pegaron los carteles de Silence=Death en las paredes de Nueva York, la imagen no se identificó con la organización de lucha contra el sida. En consecuencia, no fue evidente en qué contexto discursivo se insertó el enunciado la primera vez que circuló públicamente. Pero ¿qué debemos saber ahora y aquí de ese pasado? La respuesta subyace en las dos líneas de texto, casi imperceptibles, al pie de la pieza: «¿Por qué Reagan permanece en silencio sobre el sida? ¿Qué está pasando realmente en el Centro de Control de Enfermedades, en la Administración Federal de Drogas y en el Vaticano? Los gais y lesbianas no son prescindibles… Usá tu poder… Votá… Boicoteá… Defendete a vos mismo… Transformá en acción la ira, el miedo, el dolor.»18
El afiche, de este modo, comprobó nuevamente la ecuación que indica que el silencio lleva a la muerte. Lo ratifica, quizá, el silencio de Reagan y el del Centro de Control de Enfermedades, el de la Administración Federal de Drogas y el del Vaticano. Pero ¿por qué todos ellos guardan silencio frente al sida? Como en el régimen nazi, en el presente también hay algo que se oculta. Si se niega que los gais y las lesbianas “son prescindibles», se supone una afirmación previa que indica que sí lo son. Esta afirmación queda adjudicada en forma implícita al silencio del gobierno. El silencio del gobierno de los Estados Unidos —igual que el del nacionalsocialismo— indica en forma tácita, por asociación, que lo que se oculta es que gais y lesbianas pueden ser prescindibles.
ACT UP estableció una comparación tácita, pero evidente, entre el nacionalsocialismo y el gobierno republicano. En este nuevo contexto discursivo —luego de tres décadas, cuando se usó por primera vez en 1938—, ACT UP proyectó el postulado nazi para aludir al gobierno de Reagan, que vinculaba la heteronormatividad al ideal identitario fundado en la familia heterosexual y en cierta identidad racial, cuya contrapartida era la segregación del “otro” homosexual. Este postulado no solo estaba presente en el ideario republicano, sino que era compartido por diversos sectores conservadores que veían al sida como una consecuencia de la bancarrota moral de Occidente. Sin embargo, la resignificación del triángulo original —con todo el conjunto de interpretaciones que hemos intentado analizar— no alcanza para explicar la representación del uso del triángulo rosa que hace ACT UP. El pasado de silencio y de muerte implícito en el uso del primer triángulo —ahora invertido y puesto hacia arriba— es tomado por ACT UP para comunicar un aprendizaje y una lección: la ecuación de la omisión es portadora de la muerte. El afiche se dirige a los gais y a las lesbianas, para impulsarlos a dar un paso e ir más allá de la crítica, para tomar una posición activa y pasar a la acción.
El afiche es también una arenga, un llamado a la propia palabra, a la propia representación como forma de rechazo a un poder para el que estas subjetividades “son prescindibles”. La arenga, además, apela a la afirmación como sujetos de derecho: “Usá tu poder… Votá… Boicoteá… Defendete a vos mismo…” Votar es —para ACT UP— una forma de “boicot” y de defensa contra el silencio “interesado” del poder. En síntesis, el afiche llama a los gais y a las lesbianas a que “inviertan” la fórmula negativa “el silencio como muerte» en “la palabra como vida” (word=life). El triángulo rosa fue invertido, pero la frase todavía no: en el afiche no se realiza el cambio, y de este modo se invita al lector a que sea él el que pase a la acción. Justamente, el cartel deja en manos del lector esta última inversión. La diferencia entre el triángulo de ACT UP y el del nazismo está presente de manera implícita. El enunciado silencio igual a muerte ocupa el lugar de la palabra/razón, y el triángulo está en el lugar del cuerpo. Desde una perspectiva liberal, el cuerpo —junto con los sentimientos, con la sexualidad y con el parentesco— configura el terreno de lo personal y se inscribe en el ámbito privado, doméstico y prepolítico. En oposición, la palabra y la razón, normativa, imparcial y universal, constituyen los elementos esenciales del espacio público y de la política.19
Al ser la crítica a la distinción liberal entre lo privado y lo público, la inversión del triángulo es entonces la apertura a otros espacios de politización pública en relación con el sida, ya que invita a transformar en acción la ira, el miedo, el dolor. Así también, el afiche retoma la tradición feminista que postula que lo personal es lo político.
Este texto es un fragmento de la Tesis de Maestría en Diseño Comunicacional, dirigida por la Dra. Leticia Sabsay (ver abstract).