En su seminario Artes audiovisuales y pantallas contemporáneas, el profesor Eduardo Russo explica cómo han sido las técnicas previas al cine, el diorama y otras experiencias inmersivas precinematográficas. Estas experiencias son intensamente revisadas en la actualidad, explica Russo, en pleno siglo XXI.
Este tipo de expectación puede referir a experiencias de la cultura grecorromana o, como postula el documentalista alemán Werner Herzog, a los tiempos prehistóricos de las cavernas y sus pinturas rupestres. Siguiendo a Herzog, en las cavernas pasaban cosas que tienen que ver más con nuestras experiencias cinematográficas actuales que con la pintura en sentido estricto. Las pinturas rupestres, por ejemplo, fueron experiencias englobadoras que integraban al cuadro pictórico, al movimiento, al cuerpo como danza, a los rituales, a las luces que proyectaban a su vez nuevas formas, a las sombras y, al mismo tiempo, a algunas experiencias musicales.
Las lámparas de fuego y las flautas sofisticadas hechas con huesos que tenían lugar en las cavernas dieron origen a los primeros instrumentos musicales. Algo pasaba allí, capaz de reunir a la música, el cuerpo, el sonido, las luces, las sombras. Y quienes asistían al espectáculo en la caverna no eran espectadores pasivos, sino que estaban viviendo algo intenso en su propia percepción. La película de Werner Herzog, La caverna de los sueños olvidados (2010), está basada en la expedición de recuperación arqueológica de una caverna francesa en Chauvet, similar a la de Lascaux. La caverna de Chauvet fue encontrada por un campesino de casualidad, un hecho que abrió un universo de imágenes nuevas que estaban obturadas hace miles de años con las que Herzog produjo su documental. Herzog eligió el 3D para jugar con la inmersión de los espectadores, una experiencia mágica casi alucinatoria como aquellas primeras experiencias previas al cine.